LIBERESE DE LAS ATADURAS


Sorprende el número de cristianos que permanecen atados por los lazos de la culpa. "Aborté cuando era adolescente", "Por mi irresponsabilidad eché a perder el matrimonio", "Robé en la empresa donde trabajaba"... La lista podría hacerse interminable. Hombres y mujeres que, pese a que Dios les perdonó por la obra de su Hijo en la cruz, siguen autoflagelándose por errores cometidos años atrás.

Imagine por un instante a un hombre que llega al servicio dominical en la iglesia. Deja junto a la silla una enorme piedra, es decir, el sentimiento de culpabilidad que le acompaña. Se goza con la alabanza y siente cómo se conmueve su corazón durante el sermón. Concluido el culto, todos regresan a casa sonrientes, edificados espiritualmente. Sin embargo el amigo de nuestra historia toma de nuevo la pesada carga y sale lentamente. ¿Es libre?...No, sigue atado por la culpa...

Consecuencias

Quien vive presa de la culpa, a pesar de que nuestro Señor Jesucristo le abre las puertas para que rompa las cadenas, sufre las consecuencias que describe magistralmente el Salmo 32: "Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día...Se volvió mi verdor en sequedales de verano"(versículos 3 y 4).¡No hay mejor forma para describir las consecuencias de la culpa en las áreas física y emocional!, a lo que se suma una falta de sentido para vivir. Todo a nuestro alrededor se torna gris, monótono. Pareciera que hasta las flores pierden su encanto y las apreciamos opacas, tal como percibimos el mundo.

Un cristiano agobiado por la culpa deja de orar con entusiasmo, no quiere colaborar con las actividades de la iglesia e ir al culto se le convierte en un verdadero martirio.

Volvernos a Dios, la respuesta


El rey David lo describió en estas palabras:"Te manifesté mi pecado, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones al Señor; y tu perdonaste la culpa de mi pecado"(Salmo 32:5 Versión La Biblia de Las Américas). La forma como responde Dios es hermosa:"El (Dios) volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar nuestros pecados"(Miqueas 7:19).

Surge aquí un razonamiento sencillo: Si Dios ya nos perdonó, no importa lo que hayamos hecho, no tiene sentido que nos sigamos flagelando con la sensación de culpabilidad.

Dios ya le perdonó, ahora usted está obligado a perdonarse a sí mismo. Eso es verdadero amor, tal como lo pide nuestro Señor.

En adelante, cuando lo asalten pensamientos que le confrontan con su pasado. Recuerde e incluso dígalo en voz alta: "Dios ya me perdonó, y yo también...Por tanto, ese mal recuerdo no tiene poder sobre mí". ¡Rompa esas cadenas!¡Sea libre!.

Cristianos que continúan esclavos

 

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